¿Cómo y por qué ser generosos?
El profundo impacto de la generosidad en nuestro bienestar personal y en el de los que nos rodean
Crecimiento en breve:
La generosidad, más allá de su valor social, activa circuitos de recompensa en nuestro cerebro, liberando oxitocina, la "hormona del amor", que nos hace sentir bien, tanto cuando damos como cuando recibimos.
Reconocer nuestra propia "buena suerte" nos ayuda a ser más empáticos y generosos con quienes han tenido menos oportunidades que nosotros.
Cultivar la generosidad es un proceso activo que podemos fomentar con prácticas como la gratitud diaria, la empatía activa y la incorporación de pequeños actos generosos en nuestra rutina.
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Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre inteligencia emocional y está basada en diversos artículos académicos, así como en múltiples podcast, entradas y videos de los entrenadores y pensadores Simon Sinek y Alain de Botton.
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Ahora sí, a lo que vinimos:
Cada vez nos es más evidente que las entradas sobre inteligencia emocional, y en particular aquellas dedicadas al amor y la amistad, son las más exitosas entre nuestros lectores.
Y uno de los elementos centrales que en ellas hemos tocado es el de la generosidad. Hemos hablado de cómo el amor real y las amistades verdaderas dependen de actos generosos, de hacer por el otro sin expectativas de retribución; de dar sin resentimiento.
En esencia, la generosidad, así fuese entre líneas, ha sido presentada como uno de los cimientos sobre los que se construyen relaciones sólidas, auténticas y duraderas.
Pero lo cierto es que la generosidad va mucho más allá de su impacto sobre nosotros o nuestros allegados. Incluso cuando las motivaciones son egoístas o vanidosas, la generosidad puede convertirse en una fuerza social poderosa, capaz de inspirar a otros y desencadenar círculos virtuosos de cooperación.
Y es con esto en mente que hoy quiero profundizar en el porqué de la generosidad, y ofrecerles algunas estrategias prácticas para desarrollar esta virtud en su día a día.
La neuroquímica de la generosidad: lo que sucede en nuestro cerebro
Ser generosos y ser receptores de generosidad es satisfactorio emocionalmente porque desencadena una serie de procesos químicos en nuestro cerebro que nos hacen sentir bien. Uno de los protagonistas en esta historia es la oxitocina, la denominada hormona del amor, pues juega un papel clave en la creación de vínculos afectivos y en la regulación del comportamiento social.
La ciencia ha demostrado que los actos de generosidad estimulan la liberación de oxitocina en nuestro cerebro, lo que genera una sensación de bienestar y satisfacción.
Lo interesante es que este fenómeno tiene todo el sentido desde una perspectiva evolutiva. En las primeras sociedades humanas, donde la cooperación era esencial para la supervivencia, aquellos que ayudaban a los demás y promovían actos generosos aumentaban sus probabilidades de recibir ayuda en el futuro. La liberación de oxitocina al ser generosos no sólo facilitaba estas interacciones, sino que incentivaba la cooperación dentro del grupo, reforzando la cohesión social.
Y lo más fascinante es que no sólo experimentamos estos picos de oxitocina cuando realizamos y recibimos actos generosos, sino también cuando los presenciamos. Ver a alguien ser generoso nos inspira a replicar ese comportamiento.
Esta "contagiosidad" de la generosidad es similar al efecto mariposa en la teoría del caos: un pequeño gesto generoso, directa o indirectamente, puede activar una cadena de bondad que crece exponencialmente. Recientemente, Simon Sinek compartió una historia en su podcast sobre cómo un acto de generosidad aparentemente trivial —un transeúnte ayudando a un niño en necesidad en Kenia— terminó, décadas más tarde, beneficiando a millones de niños en África. El impacto de la generosidad es profundo y, a menudo, impredecible.
Personalmente, he experimentado algo similar. La generosidad de colegas en Substack, como Gordo Byrn y Brady Holmer, fue una de las principales razones por las que me animé a lanzar Crecimiento Consciente junto a Daniel. Sus gestos de apoyo y camaradería, sin pedir nada a cambio, alimentaron este maravilloso proyecto que, entre otras, busca seguir difundiendo esas acciones generosas en nuestra región.
Cómo cultivar la generosidad: estrategias prácticas
Entonces, si sabemos que la generosidad tiene un impacto tan poderoso en nosotros y en los que nos rodean, ¿cómo podemos trabajar en ella?
Una de mis herramientas favoritas para cultivar la generosidad es reconocer la inmensa suerte que hemos tenido para llegar a donde estamos. A menudo tendemos a atribuir nuestro éxito a nuestro esfuerzo, habilidades y talento. Pero si reflexionamos más profundamente, nos daremos cuenta de que muchos factores fuera de nuestro control, como el lugar donde nacimos, las oportunidades que se nos presentaron y las personas con las que nos cruzamos, han jugado un papel fundamental en nuestro recorrido.
Reconocer nuestra suerte, con humildad y gratitud, nos ayuda a ser más empáticos y, en últimas, generosos con los demás. Si entendemos que, en gran parte, somos el producto de circunstancias afortunadas, nos volvemos más abiertos a compartir lo que tenemos con quienes han tenido menos suerte.
Y además de esta, existen otras estrategias, validadas por la ciencia, que pueden ayudarnos a ser más generosos:
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