Evaluando el "trabajo híbrido"
Los pros y contras de trabajar desde la casa y desde la oficina
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Versiones en video de la entrada:
La entrada:
Hace casi un año escribimos nuestra entrada sobre los pros y contras del trabajo remoto. Desde entonces han cambiado muchas cosas, tanto en el ambiente laboral como en nuestras propias vidas. Por eso hoy queremos compartir una versión más personal y realista de los beneficios que hemos notado junto con Carlos en nuestros trabajos, que caen en lo que muchos denominan como “híbridos”: unos días en la oficina y otros en la casa.
En este tiempo hemos visto tanto los grandes beneficios de un modelo bien definido como los problemas de un trabajo parcialmente remoto. Y es que, definitivamente, el trabajo remoto no tiene sentido en todos los casos. La clave está en utilizarlo bien para evitar la frustración de los equipos y, al mismo tiempo, aprovechar lo mejor de la oficina y de la casa.
Los problemas de un modelo híbrido mal definido
En aquella primera entrada cerrábamos con la idea de buscar el balance entre casa y oficina. Hoy, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que en mi trabajo anterior no lo había encontrado. El modelo híbrido que tenía consistía en ir una vez por semana a la oficina… y estaba lleno de contras.
Lo más común era llegar y ser la única persona de mi equipo allí, lo que hacía que la visita no tuviera mucho sentido. Por el contrario, si coincidían varias personas, la oficina colapsaba: más de cinco o seis conectados al mismo tiempo y el internet se volvía pésimo.
Mi principal argumento en contra de un híbrido mal definido es sencillo: si vas a la oficina a hacer lo mismo que podrías hacer en casa, no tiene sentido ir. La clave de estar en la oficina son las interacciones: lluvias de ideas, planeación semestral, cafés espontáneos. Aunque algunas de estas dinámicas pueden hacerse en remoto, hay otras que simplemente no alcanzan el mismo nivel sin una sala, un tablero y la energía de todos los participantes en el mismo lugar.
Los beneficios de un formato híbrido bien definido
En contraste, en mi nuevo trabajo tenemos lo que llamamos la “semana presencial”, y creo que es el modelo con el que más cómodo me he sentido. Funciona así: trabajamos tres meses completamente en remoto y luego todo el equipo pasa una semana entera en la oficina. Además, se rotan los equipos para garantizar espacio y puestos suficientes.
Este formato reúne lo mejor de ambos mundos.
Desde casa, el trabajo fluye con foco. Menos distracciones, menos interrupciones y la posibilidad de avanzar con rapidez si las tareas están bien definidas. Como muchos coincidimos en conversaciones recientes, más que pasar ocho horas sentado en un puesto, lo importante debería ser entregar la tarea asignada de manera eficaz.
En mi caso, como líder de tecnología, la pandemia cambió por completo mi paradigma. Hoy no quiero equipos que “cumplan horarios”, sino personas que cumplan con los resultados y entregables acordados en la planeación. La clave está en definir bien, ni exagerar con las tareas ni multiplicar los tiempos de algo sencillo. Si se cumple lo acordado, la productividad se mantiene sin importar el lugar desde donde se trabaje. Y eso trae beneficios enormes: poder ir a una cita médica, llevar una mascota al veterinario o atender imprevistos sin sentir que se está “pidiendo un favor”.
Luego, llega la semana presencial. Y ahí la dinámica cambia por completo: la empresa cubre los costos, se agrupan todas las reuniones clave, y aunque la productividad del día a día baja, se gana en cohesión, planificación y visión compartida. Se podría decir que es una semana para invertir en la productividad a futuro del equipo.
Los equipos definen proyectos, refinan tareas e interactúan con personas que quizá sólo conocían por cámara, generando nuevas ideas y un sentido más profundo de colaboración, que según diversos estudios, es la clave para maximizar la productividad en entornos laborales.
En efecto, justo esta semana leí un post de Luis von Ahn, CEO de Duolingo, que resaltaba cómo la interacción en persona revela detalles del día a día imposibles de detectar trabajando solo en remoto. Me pareció un gran ejemplo de adaptación a la personalidad de los equipos.
Epílogo: Encontrando el balance
Aunque en nuestra entrada pasada hablábamos de buscar un balance, hoy vemos que no todos los puntos medios resuelven los problemas de raíz. En una conversación reciente con Carlos, notamos que para él, cuyo trabajo exige reacción rápida y comunicación constante, el modelo de 2 o 3 días a la semana en oficina tiene mucho sentido.
Por eso, aunque aquí comparto la semana presencial como mi formato ideal, no necesariamente es el “santo grial” universal. Cada equipo y cada mercado tienen dinámicas distintas. Basta ver cómo las grandes compañías financieras de Nueva York han regresado a cinco días completos en oficina.
Al final, lo importante es medir, probar y encontrar el modelo que más potencie a cada equipo.
Poner en la balanza los beneficios de cada opción y tomar la decisión consciente que mejor se ajuste a las obligaciones y metas de cada grupo.
Por una vida más consciente y feliz,
Daniel
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