¿Qué es el amor y cómo trabajar en él?
Una visión generosa, compasiva y optimista sobre el amor, que más que alienarnos, nos llena de agencia y consuelo sobre el camino para alcanzarlo
Crecimiento en breve:
La idealización del amor, como ese sentimiento puro y casi externo a nosotros, es uno de lo principales impedimentos al verdadero amor.
El amor es una habilidad que se debe trabajar de manera decidida y constante, día a día.
Cultivar la generosidad y la compasión propia y hacia el otro, así como reconocer y abrazar nuestras fallas y las del otro, son el mejor soporte al desarrollo del amor.
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Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre inteligencia emocional y está basada en The Course of Love, An Emotional Education y On Love, todos libros del filósofo y profesor Alain de Botton y, por supuesto, en nuestras creencias y experiencias personales.
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Ahora sí, a lo que vinimos:
El amor es quizás uno de los temas más contenciosos, abstractos e importantes que abordaremos en nuestro camino de crecimiento consciente. Si bien hay múltiples visiones muy enriquecedoras sobre este concepto, y en futuras entradas las exploraremos, en esta ocasión queremos enfocarnos en la fascinante aproximación que propone el pensador y filósofo suizo Alain de Botton.
Contrariamente a las idealizaciones perpetuadas por la cultura popular a través de novelas, películas y series televisivas, el amor trasciende la mera sensación, experiencia o estado emocional; esas cosquillas en el estómago, esa sensación de euforia incontenible, esa mano temblorosa, esas lágrimas de felicidad. De Botton nos invita a concebir el amor como una habilidad que requiere de esfuerzo, práctica y dedicación constante, similar al aprendizaje en cualquier arte o disciplina. El proceso de amar, al igual que el trabajo de un escultor, demanda una inversión de generosidad, compasión e imaginación, entre otros valores, para su pleno dominio (si es que existe tal).
Bajo esta premisa, el amor se puede definir como la habilidad para comprender y mostrar compasión hacia uno mismo y hacia los demás, para comunicarnos de manera efectiva, para ceder cuando sea necesario y para practicar la generosidad en todo tipo de relaciones, ya sean familiares, de amistad o amorosas.
De manera específica, el amor genuino se distingue por tres elementos esenciales que emergen a medida que este se cultiva y desarrolla.
Cuidado
El amor auténtico implica un cuidado constante que va más allá de la atención superficial; es la dedicación a la felicidad y al bienestar del otro como si fuera propio. En este espacio compartido, los errores y las debilidades se enfrentan con comprensión y apoyo. No se trata sólo de aliviar la soledad, sino de ofrecer un refugio seguro donde nuestras batallas internas y miedos son acogidos con amabilidad. El cuidado en el amor es un acto de valentía, una promesa de estar presentes no solo durante los momentos de alegría, sino también a través de las inevitables adversidades de la vida. Es la máxima garantía de vulnerabilidad.
Admiración
En el terreno del amor, admiramos aquellas cualidades del otro que se alinean con nuestros valores o que aspiramos a desarrollar en nosotros mismos. Este reconocimiento mutuo y sincero celebra tanto las virtudes como las fallas del ser amado, y es el combustible que impulsa el crecimiento personal y conjunto. Admirar es también encontrar inspiración en el otro, es ver en él o ella un modelo a seguir en ciertos aspectos de la vida, y es un recordatorio de nuestro compromiso de apoyar y fomentar esas cualidades admirables, construyendo así una relación donde ambos se elevan.
Deseo
El deseo en el amor es una compleja danza entre la atracción física y la conexión emocional; es una celebración de la intimidad que refuerza el vínculo de pareja. Más que un acto físico, el deseo es un reconocimiento de la singularidad del otro, una afirmación de su valor total que trasciende lo superficial. A través del deseo, celebramos la unión de dos seres en su forma más vulnerable y auténtica, encontrando satisfacción en la aceptación mutua y en la exploración de la profundidad del otro. Es un espacio donde la pasión se entrelaza con el cariño, creando una poderosa expresión de unión y conocimiento mutuo.
¿Cómo trabajar en el amor?
Bajo este entendido, es claro entonces que, especialmente en una relación de pareja, amar se trata de pasar de esa primera fase del enamoramiento para aceptar y abrazar esos aspectos más falibles y mundanos de compartir con el otro. Reconocer y aceptar sus fallas tanto como las nuestras.
Sin embargo, esto no significa que no debamos esforzarnos por crecer y mejorar juntos. El amor romántico moderno, con su idealización, a menudo nos engaña haciéndonos creer que el objetivo es encontrar a alguien dispuesto a aceptarnos tal y como somos, sin necesidad de cambio. Se espera una compatibilidad y un entendimiento preconcebido tal, que la telepatía o la omnisciencia parecieran quedarse cortas. Pero el amor no funciona así.
El amor verdadero implica un soporte mutuo en el proceso de crecimiento y mejora, de forma compasiva y generosa. El amor es receptivo y permite flexibilidad y adaptación en este camino. No es rígido e intransigente. Pero debemos recordar que no nacemos sabiendo cómo amar; es una habilidad que, si no se cultiva, puede deteriorarse o perderse.
Sin la disciplina y el compromiso necesarios, el amor puede degenerar en dependencia, capricho o incluso toxicidad. ¿A cuántos no nos ha pasado?
Lo complicado es que diferenciar entre amor sano y relaciones perjudiciales no siempre es fácil, en parte porque tendemos a ignorar que el amor verdadero incluye su cuota de dolor, conflicto y decepción. Que lo digan nuestras madres, que son los seres que más cerca están o han estado de experimentar el amor puro.
Es apenas normal que este sea el curso del amor: se trata de dos individuos, llenos de fallas y virtudes, intentando atender las necesidades del otro en situaciones de incertidumbre e ignorancia sobre quién es verdaderamente ese otro, pero bajo la promesa de que cada quien hará y dará lo mejor de sí.
Por lo tanto, el primer paso para desarrollar la habilidad del amor es admitir nuestras propias imperfecciones; reconocer que convivir con nosotros mismos puede ser un desafío… un gran desafío. Es desde esta aceptación que surge la empatía hacia el otro que permite crear el círculo virtuoso de generosidad y compasión mutua.
En resumen, el amor es mucho más que un estado emocional o un sentimiento. Es una habilidad, una decisión consciente que se debe cultivar día a día. Está en tus manos amar y ser amado.
Píldoras de crecimiento
Sabiendo qué es el amor y cómo trabajar en él, a continuación te compartimos cinco píldoras, cinco estrategias puntuales y accionables en tu día a día para facilitar el desarrollo de esta habilidad:
Trabaja en la comprensión auténtica: dedica tiempo a conocerte verdaderamente, así como a tu pareja, amigo o familiar; más allá de sus cualidades superficiales. Fomenta un diálogo abierto para compartir vulnerabilidades y escucha activamente para trabajar en una conexión más profunda. No escuches con la expectativa de tener algo que responder. Muchas veces el sólo escuchar es más que suficiente.
Expresa admiración con regularidad: identifica y celebra las cualidades en tu pareja que complementan las tuyas. Hazle saber por qué la valoras, centrándote en los atributos que los ayudan a ambos a crecer.
Prioriza los gestos afectuosos: el contacto físico puede ser un poderoso comunicador y catalizador del amor. Pequeños gestos, como tomarse de las manos o un abrazo espontáneo, pueden fortalecer significativamente el vínculo de pareja.
Sé generoso con los elogios: no escatimes en cumplidos o expresiones de orgullo por los logros de tu pareja. Este estímulo desarrolla su confianza y profundiza el respeto mutuo.
Abraza el deseo mutuo: reconoce la importancia de la intimidad física como una forma de aceptación y unión. Enfoca tu relación sexual con una actitud de exploración, aprecio y satisfacción mutua.
Vive y aprecia cada momento. Concéntrate en lo que está en tu control. Mantente saludable.
Un abrazo,
Carlos