Qué significa ser un adulto maduro
Diez rasgos que definen la madurez emocional de una persona
Crecimiento en breve:
La adultez se alcanza cuando desafiamos los valores recibidos, nos apropiamos de algunos, desechamos otros y construimos nuestra propia identidad.
Un adulto maduro se caracteriza por la autoconciencia, la capacidad de aceptar su complejidad emocional, comunicar sus necesidades con claridad y comprender las motivaciones de los demás.
El camino hacia la madurez emocional es un proceso continuo de autoexploración y crecimiento, que implica enfrentar nuestros traumas, aceptar nuestras imperfecciones y cultivar la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás.
Anuncios parroquiales:
Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre inteligencia emocional y está basada en diversos artículos académicos, así como en múltiples podcast, entradas y videos de los entrenadores y pensadores Gordo Byrn y Alain de Botton.
El acceso completo a esta publicación, como todas las de los jueves y sábados, está reservado para miembros pagos. Si quieres acceder a la totalidad de esta entrada, así como a nuestro archivo de publicaciones (entre otros beneficios), te invitamos a hacerte miembro pago:
Ahora sí, a lo que vinimos:
En entradas previas he señalado que mi definición favorita de adultez se la leí hace un par de años a uno de nuestros grandes referentes en el ámbito deportivo y personal, Gordo Byrn, que parafraseo a continuación:
Adultez es cuando miramos de frente a los principios y valores que nos fueron otorgados durante nuestra infancia, los cuestionamos, nos apropiamos de algunos, desechamos los demás e insertamos otros en su lugar. En otras palabras, nos hacemos responsables de nuestra identidad, de nuestro conjunto de creencias y de nuestros esquemas de pensamiento.
Esta definición implica que no es la edad, un título académico o alguna experiencia específica lo que determina si alguien es adulto o no. Es la valentía de hacer propio el proceso de decidir quiénes somos y qué valores queremos seguir y defender.
Y si bien la rebeldía y el espíritu crítico que caracterizan a la adolescencia son, en efecto, una gran oportunidad para alcanzar esa adultez, la realidad es que muchas personas pasan décadas sin cruzar ese umbral, algunas incluso nunca lo logran, viviendo sus vidas con las identidades, las “máscaras” que otros les impusieron.
Una vez alcanzamos la adultez, la siguiente fase, igual o más desafiante, es conseguir la madurez. Y de eso trata esta entrada: ¿cuáles son esos rasgos característicos de un adulto maduro? ¿Qué significa realmente llegar a esa madurez? Para ello, exploraremos algunos principios basados en hechos estilizados de la psicoterapia, bajo la égida, una vez más, del gran pensador Alain de Botton.
Antes de seguir, como es usual en estos temas de inteligencia emocional, los invito a mantener una actitud autocompasiva. No se trata de flagelarnos por no tener uno u otro atributo, sino de reconocerlo con humildad, ser consciente de su importancia y trabajar en cultivarlo. Aquí tampoco hay puntos de llegada; sólo de mejora.
Rasgos de un adulto maduro
1. Comprender nuestro pasado y reconciliarnos con él
Un adulto maduro entiende cómo su infancia ha moldeado quien es hoy.
Reconoce sus traumas y trabaja en controlarlos, en lugar de ser controlado por ellos.
Ha hecho las paces con su niño interior y le permite habitar en un lugar sano de su corazón. Preguntas como "¿de qué manera mi relación con mi madre (padre) define mi aproximación hacia las mujeres (hombres)?" no generan confusión, sino que se han convertido en terreno conocido, en piezas de nuestro rompecabezas personal.
Si la adultez pasa por cuestionar lo que nos definió en la infancia, la madurez consiste en hacer las paces con todo lo que de esa época quedó tatuado en nuestro subsconsciente.
2. Aceptar nuestra complejidad
La madurez implica aceptar que no somos simples, sino un conjunto de experiencias y emociones complejas, que a veces chocan entre sí. Comprendemos que no es suficiente con decirnos a nosotros mismos que "el pasado no importa" o que podemos cambiar cualquier aspecto de nuestra vida a punta de pura fuerza de voluntad.
En su lugar, nos aventuramos a explorar los confines de nuestra mente, a ser pacientes con el proceso largo y arduo de modificar esos comportamientos que nos incomodan. Sabemos que los cambios que valen la pena requieren de tiempo, autocompasión y valentía.
3. Compartimentalizar los sentimientos
Un rasgo clave de la madurez es la habilidad para compartimentalizar nuestros sentimientos.
Si alguien nos hirió o alguna situación nos generó frustración, no nos desquitamos con otra persona. Lo fácil, e inmaduro, es tomar como dados a nuestros seres amados y desquitarnos con ellos cuando la vida no nos sonríe. Pero un adulto maduro entiende que todos somos prescindibles y opcionales y, más aún, que debemos ser justos y respetuosos con el amor que recibimos.
En la madurez hacemos a cada quien responsable de sus acciones y no dejamos que nuestros estados emocionales contaminen todas las áreas de nuestra vida. Aunque cuidado: esta capacidad para compartimentalizar no significa ignorar nuestras emociones, sino reconocerlas, procesarlas y ponerlas en su contexto adecuado.
4. Ser honestos con nosotros mismos
Un adulto maduro comprende lo fácil que es autoengañarse. Reconocemos cuán sencillo es aparentar tristeza cuando en realidad estamos llenos de ira, o decirnos que estamos ansiosos cuando hay un problema más profundo que nos abruma.
Entender y desenmarañar estas emociones es un acto de valentía que nos permite ver más allá de la superficie y lidiar con lo que verdaderamente está ocurriendo en nuestro interior. Es estar dispuesto a mirar con honestidad nuestras sombras y a no evadirnos de nosotros mismos.
5. Expresar nuestras necesidades
La madurez también se refleja en nuestra capacidad de comunicación. Ya no esperamos que otros adivinen lo que necesitamos o sentimos.