Amistades verdaderas: ¿cómo identificarlas y cómo tenerlas?
Sobre las limitaciones para desarrollar amistades reales, y cómo sortearlas para cultivar y consolidar buenos amigos.
Crecimiento en breve:
Las amistades verdaderas son como el amor: son una decisión activa, una habilidad que debe ser trabajada con consistencia.
La constancia es lo que construye la confianza que le permite a la vulnerabilidad aflorar y, consigo, el poder ser auténticos con esa persona; no temer mostrarnos tal como somos.
Los buenos amigos son inútiles: no ven en el otro un medio para obtener un rédito personal (especialmente material) o para realizar una transacción, más allá de la satisfacción de compartir experiencias y crecimiento mutuo.
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Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre inteligencia emocional y está basada en varios escritos, podcasts y videos del experto en liderazgo Simon Sinek, el neurocientífico Sam Harris, el filósofo y profesor Alain de Botton y su plataforma The School of Life.
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Ahora sí, a lo que vinimos:
Retomamos esta semana con otro gran pilar en nuestro proceso de crecimiento integral: las amistades. Más específicamente, las amistades verdaderas. Por supuesto que, como en nuestra entrada sobre el amor, este es un tema que tiene muchos ángulos, puntos de discusión y corrientes de pensamiento. Sin embargo, procuraremos construir sobre la visión del amor que les compartíamos la semana pasada. En últimas, como veremos, las amistades genuinas se reducen a ser una forma más de amor verdadero.
Las amistades deberían ser (y suelen serlo) uno de los puntos más altos de nuestra vida. Sin embargo, rutinariamente, a raíz de ellas, estamos expuestos a situaciones agridulces o incluso decepcionantes. Especialmente porque no tenemos muy claro cómo deberían verse y qué esperar de ellas. Como en el amor, es un camino lleno de muchos baches y aprendizaje.
Y, también, como en el amor, una buena amistad requiere de esfuerzo, de dedicación y entrega para no marchitarse; ¿cuántas veces no nos pasa, no sólo con nuestras amistades, sino con nuestras relaciones familiares y amorosas, que tomamos al otro por sentado, y nos sentimos empoderados para pasar por encima de todos los principios y valores que hicieron que esa relación floreciera en un inicio?
Una regla que procuro (a veces infructuosamente) aplicar en mi vida: no tomar a nadie por sentado; todos, incluso familiares, somos prescindibles en la vida del otro... actúa como tal.
¿Qué define una amistad verdadera?
Empecemos por las expresiones de amor. Una amistad real te permite ser vulnerable: puedes ser tan crudo y tan genuino como te nazca… puedes confiar en tu amigo o amiga tus mayores secretos, tus locuras, rarezas, temores, frustraciones y fracasos, sabiendo que eso no cambiará la manera en que te ve.
Es, en cierta forma, una aproximación a una de mis definiciones favoritas del amor (que no compartí la semana pasada): “darle a alguien el poder para destruirte, confiando en que no va a utilizarlo”.
A las amistades verdaderas les gusta celebrar los buenos momentos contigo. No son de los que deflectan la atención hacia ellos y opacan tu momento de felicidad. ¿Te vino a la cabeza ese “amigo” que pareciera utilizar todo lo bueno que te pasa como excusa para hablar sobre sus triunfos y bienaventuranzas?
Pero, más importante aún, una amistad verdadera está ahí para ti en las malas situaciones. Y aquí viene la parte difícil: un amigo real es aquel que está dispuesto a bajar al barro en el que estás sumergido, pero no para sacarte a la mayor brevedad, sino para acompañarte a atravesar ese periodo allá abajo. No es aquel que desesperadamente intenta levantarte porque no quiere asumir el costo (emocional, material, en tiempo, etc.) de tenerte allá abajo, a pesar de que ello te vaya a representar un gran aprendizaje y crecimiento personal. No. Es el que espera a que tú estés listo para salir y, ahí sí, te da una mano para salir juntos del barro.
En otras palabras, el amigo verdadero, al igual que en el amor, es compasivo; respeta tu proceso y está dispuesto a acompañarte mientras lo surtes, asegurándose de ayudarte a no perder la perspectiva.
Una amistad verdadera implica no sólo compasión, sino también generosidad: dar sin resentimiento; dar sin esperar nada a cambio. Un buen amigo no es aquel que lleva la cuenta de favores cruzados… o deudas pendientes (ojo, ¡esto no es una insinuación a que no paguen las deudas a sus amigos!). No es el que busca permanente simetría en la relación. Por lo general, las personas que actúan así es porque ven en la relación una finalidad más transaccional.
Con Daniel no logramos convenir si a estas relaciones que tienen una agenda estratégica (yo te doy algo esperando que me lo devuelvas el día de mañana) les deberíamos otorgar el calificativo de "amistad"; algunos las llaman "amistades transaccionales" (o deal friends, en inglés). Estas relaciones son necesarias en determinadas instancias y etapas de la vida. Lo importante es que seas consciente de su naturaleza y de si estás dispuesto a asignar tu capital emocional en cultivar ese tipo de relaciones.
¿Cuál es el propósito de una amistad verdadera?
En su sentido más puro, las amistades verdaderas tienen una cualidad muy bella: son inútiles.
Como lo desarrollamos más abajo, en la sección de "píldoras de crecimiento", una forma muy efectiva de identificar si una amistad es real o transaccional es preguntándote qué tan "útil", desde un punto de vista material, te es: ¿Le escribes a esa persona, sales con ella y, en general, buscas preservar la cercanía, principalmente por la expectativa de que te sea útil para conseguir algo, llámese un negocio, un puesto de trabajo, una entrada a un evento, etc.?
Cuando un amigo es verdadero, su posición o status nos es irrelevante. Si bien deseamos y lo apoyamos a que triunfe en todas las aristas de su vida, e inevitablemente terminarán incidiendo sobre nuestras decisiones y acciones más trascendentales, no los buscamos o nutrimos la relación esperando que eventualmente podamos capitalizar sobre ello.
Basta con la felicidad que derivamos de compartir con ellos, la tranquilidad de poder ser nosotros mismos ante alguien más, para querer tener a esa persona en nuestras vidas.
Ahora, eso no quiere decir que un amigo verdadero no nos pueda ser útil en determinadas instancias de nuestro proceso de crecimiento personal. Incluso puede ser una gran experiencia asociarse comercial o profesionalmente con uno o varios, precisamente porque el conocimiento tan profundo que hay de las motivaciones y acciones del otro puede servir de bálsamo en el arduo proceso de emprender o trabajar. La clave está en que ese tipo de asociaciones sean francas desde un primer momento: que se tenga la gallardía para reconocer que hay amigos con los que quizás, porque conocemos muy bien cómo actuaría el otro en un contexto profesional, no seríamos buenos socios y, por el contrario, podríamos poner en riesgo la amistad.
Nuestros amigos reales también pueden jugar un rol protagónico en la que puede ser una de nuestras tareas más complejas: descubrir nuestro propósito en la vida. Si bien tenemos un par de entradas agendadas para abordar este tema en detalle, por ahora les podemos adelantar que las amistades reales son un gran faro para encontrar esa esencia en nosotros que a veces nos es tan esquiva.
¿Cómo es un amigo verdadero?
Hasta ahora hemos dado una caracterización general de los componentes y finalidades de una amistad verdadera. Seguramente, te habrás dado cuenta que, como nosotros, eres mejor en algunas cosas que en otras. Tanto siendo amigo, como permitiendo que los demás sean tus amigos.
Recuerda que, como en el amor, esto es una decisión activa; una habilidad que hay que trabajar.
Bajo este entendido, con el propósito de tener más luces sobre esos elementos que nos permitirían ser mejores amigos y gozar de mejores amistades, vayamos a esas cualidades que, según el profesor De Botton, debería tener el "amigo ideal" (si es que lo hay).
Debilidad/vulnerabilidad
Un buen amigo no está constantemente intentando mostrar y recordarnos qué tan bueno, fuerte y exitoso es. Por el contrario, no tiene problema en mostrarse como un ser que yerra, lleno de oportunidades para mejorar y, de hecho, no teme en compartirnos sus angustias, sus temores y sus fracasos. Es la señal última de confianza y, como ya lo hemos mencionado, de vulnerabilidad.
Al respecto, hay una regla muy bonita que Simon Sinek suele aplicar con sus amigos: no se llora solo. Siempre que un amigo esté atravesando una situación difícil, al punto de llevarlo al llanto, tiene la responsabilidad de llamar para informar y compartir ese momento con su(s) amigo(s). Se trata, nuevamente, de que todos bajemos juntos al lodo.
Interés genuino por quienes somos
Un amigo de verdad se interesa genuinamente por lo que nos preocupa o nos angustia, pero, sobre todo, no se escandaliza por nuestras rarezas, locuras o tonterías. Tiene esa capacidad única de aceptarnos con todos nuestros defectos y peculiaridades, sin caer en juicios o críticas, porque entiende que es tan imperfecto como nosotros; y que eso es lo que nos hace especiales.
Un buen amigo reconforta
Un buen amigo no sólo halaga y nos extiende palabras genéricas de consuelo cuando las cosas no nos salen de la mejor manera. No. Un amigo de verdad entiende la facilidad con la que podemos perder la perspectiva y nos puede ayudar a recuperarla. Sabe cuáles son esas zonas "delicadas" que debe tratar con gentileza... con compasión. Tiene esa capacidad para, en ese tipo de situaciones, cambiar la autocompasión o la ira que surgirían en soledad por sonrisas y carcajadas.
Nos ayuda a construir nuestro entendimiento sobre nosotros mismos
Un amigo real nos ayuda a entender quiénes somos. A quién no le ha pasado que se siente atacado, molesto u ofendido sin entender precisamente el porqué. Tenemos opiniones fuertes, pero desconocemos las razones. Con paciencia y bondad, ese amigo nos guía a comprender mejor nuestros valores y miedos; no teme hacer las preguntas difíciles y tumbar los velos, pues sabe que nosotros conocemos sus nobles motivaciones para hacerlo.
Un amigo real tiene esa facilidad para mostrarnos lo que no podemos, o nos negamos, a ver solos: desde relaciones tóxicas hasta decisiones equivocadas. Está dispuesto a cargar con esa responsabilidad. Un amigo real nos dice y hace lo que sabe que nos hará bien en el largo plazo, no lo que le va a disminuir sus cargas y sacrificios personales en el corto plazo.
Nos ayuda a pensar
Además, nos empuja a reflexionar. A menudo, no tenemos una opinión formada sobre ciertos temas hasta que un buen amigo nos reta a profundizar en nuestros pensamientos, a debatir nuestras ideas y a enfrentar posibles contradicciones. Ellos ven en nosotros y nuestras ideas el potencial, incluso cuando nosotros no lo hacemos.
Nos ayuda a valorarnos más
Y, finalmente, en esa misma línea, un amigo real admira y valora aspectos de nosotros que a veces tendemos a ignorar... y no duda en recordárnoslos. Es más sencillo ser duro con uno mismo que ser compasivo y reconocer nuestras propias virtudes. Un amigo de verdad nos ayuda a mantener esta perspectiva fundamental.
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