La promesa de vivir 150 años
Entre la ciencia y la esperanza: los desafíos de alcanzar una longevidad sin precedentes en nuestra era
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Esta entrada está basada en varios artículos académicos, especialmente en Implausibility of radical life extension in humans in the twenty-first century de Olshansky y compañía en la revista Nature, así como en múltiples publicaciones del doctor experto en longevidad Peter Attia y el PhD en neurociencias Andrew Huberman.
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Ahora sí, a lo que vinimos:
Fue hace unos cinco años ya, en paralelo con mi flamante adopción del ayuno intermitente, que me interesé por el campo de la longevidad. A pesar de haber introducido la práctica por cuestiones de eficiencia en el manejo de mi tiempo y, más importante, de alcanzar un ligero déficit calórico sin restringirme demasiado en el tipo de alimentos que consumía, me crucé con que los defensores del ayuno apelaban a sus beneficios en materia de longevidad como uno de los principales argumentos para su supuesta superioridad como estrategia dietaria.
Y a pesar de que hoy día los estudios académicos apuntan a que los potenciales beneficios del ayuno intermitente no parecieran ser independientes del déficit calórico que suele inducir —y facilitar sostener—, en su momento me despertó suficiente curiosidad como para decidir explorar esa línea de la longevidad, inicialmente motivado por la prolongación de la expectativa de vida, pero luego, y con más importancia, a la mejoría de la calidad de vida.
El primer autor del campo con el que me crucé fue el profesor e investigador de la Universidad de Harvard, David Sinclair. Leí su libro Lifespan y escuché su homónima serie de podcasts. Los hallazgos hasta ese momento de su investigación, y del campo de la gerontología en general, pero, sobre todo, las promesas sobre el porvenir en materia de tratamientos para detener e incluso reversar el envejecimiento eran deslumbrantes. Recuerdo que los experimentos en su laboratorio en donde habían logrado reversar la ceguera parcial en ratones me llenaron de entusiasmo sobre el paradigma en salud física que la medicina moderna nos depararía tan pronto como en una década.
Sin embargo, conforme me adentré más en los detalles, en los artículos académicos revisados por pares, e informarme de expertos con una actitud más neutral, si se quiere crítica, menos entusiasta que la del profesor Sinclair y sus colegas, mis expectativas empezaron a reducirse de manera notable.
No me malinterpreten: mis expectativas respecto de una vida plena físicamente —así como cognitiva y emocionalmente—, longeva en el sentido de gozar de la mayor calidad durante los años que pueda vivir (quizás en el rango de los 80-90), no cambiaron, si acaso se reafirmaron.
Guías como el doctor Peter Attia o Andrew Huberman validaron las tesis de que tenemos todas las herramientas, hoy por hoy, para prolongar nuestra curva de calidad de vida hasta los momentos más próximos de nuestra muerte. Ese es y sigue siendo el objetivo central. En donde cambió mi perspectiva sustancialmente fue respecto de la promesa de vivir más allá de los cien años, lo que se denomina ser centenario, de manera generalizada y sin mayor esfuerzo; apalancándonos de las maravillas de la medicina moderna.
Pues bien, hoy, con ocasión de un maravilloso artículo académico publicado a inicios de este mes en la prestigiosa revista Nature, quiero compartir con ustedes el estado de esta promesa. En el último lustro, cada vertiente, como pareciera ser la norma en nuestra sociedad, se ha tornado más recalcitrante y vehemente en sus posturas: más escépticos los unos y más optimistas los otros. Sin embargo, ¿cuál posición tiene mayor respaldo de los datos, de la evidencia que hemos recopilado durante los últimos cientos de años? ¿Qué tan probable es que las generaciones que poblamos hoy la Tierra, incluso las que recién están naciendo, vivamos, en promedio, más allá de los 100 años, e incluso lleguemos hasta los 150, como algunos auguran? Y, finalmente, ¿qué rol puede jugar la explosión de la inteligencia artificial en el cambio de las tendencias hasta ahora observadas? Atender estas preguntas es el propósito de esta entrada.
Longevidad y realidad: un análisis de las limitaciones
El mencionado artículo recientemente publicado en Nature explora el estado actual de la promesa de vivir más allá de los 100 años y evalúa hasta qué punto los avances en la medicina y la tecnología nos permitirán alcanzar edades cercanas a los 150 años.