Colesterol parte 1: ¿qué es y por qué importa?
Cómo una molécula que es asociada con enfermedad y muerte es en verdad indispensable para vivir y para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.
Crecimiento en breve:
El colesterol es una biomolécula esencial para la vida, no sólo humana sino animal.
El grueso del colesterol que utiliza nuestro cuerpo para su correcto funcionamiento es producido internamente; sólo una pequeña porción, alrededor del 25%, proviene de la alimentación.
No hay colesterol "bueno" y "malo": las lipoproteínas LDL, HDL y VLDL juegan todas un papel crucial en el delicado balance del nivel de colesterol en las células y la sangre.
Anuncios parroquiales:
Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre salud y nutrición y está basada en diversos escritos del doctor especialista en longevidad Peter Attia, el doctor especialista en lípidos Thomas Dayspring, la lipidóloga Tara Dall y el doctor William Cromwell.
Advertencia: como en todas nuestras publicaciones sobre salud y nutrición, queremos enfatizar que el contenido aquí proporcionado tiene únicamente propósitos informativos. Este artículo no pretende reemplazar el consejo médico profesional, el proceso de diagnóstico o el tratamiento de cualquier enfermedad. Los invitamos a consultar y contrastar la información aquí presentada con la opinión de sus médicos antes de tomar cualquier decisión sobre su salud.
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Ahora sí, a lo que vinimos:
Comentábamos en nuestra entrada sobre longevidad que las enfermedades cardiovasculares se erigen como la principal causa de muerte en el mundo. Es por esto que estudiar los factores de riesgo asociados con estas afecciones y, más aún, actuar para mitigarlos, resulta fundamental en la búsqueda de una vida longeva.
Entre las enfermedades pertenecientes a esta categoría, la aterosclerosis ocupa un lugar especial en morbilidad y mortalidad: una condición crónica que se empieza a desarrollar tan temprano como la adolescencia y que puede tardar décadas en exhibir sus primeros síntomas. Caracterizada por la acumulación de placas, predominantemente de colesterol, en las paredes de las arterias, una vez desarrollada, puede tener consecuencias dramáticas, pues no sólo reduce el flujo sanguíneo vital hacia órganos esenciales sino que también incrementa significativamente el riesgo de eventos cardíacos mayores, como infartos del corazón y accidentes cerebrovasculares.
Es por esto que comprender el papel del colesterol en nuestro cuerpo es crítico en la prevención de las enfermedades cardiovasculares. Además, confío, hacerlo enriquecerá su entendimiento sobre el complejo y maravilloso funcionamiento del cuerpo humano, esperando que ello refuerce, como ocurrió en mi caso, su fascinación por la vida.
Esta no será una tarea fácil o corta, por lo que recurriremos a una serie de tres entradas, cubriendo desde lo más básico sobre la naturaleza, procesamiento y funcionamiento del colesterol hasta su rol en el desarrollo de enfermedades como la aterosclerosis, así como estrategias para prevenirlo.
Sabemos que el tema puede ser un poco técnico y denso, pero creemos que presentarlo así, con un par de ayudas pedagógicas, puede ser la mejor manera de comprenderlo. En cualquier caso, las píldoras de crecimiento recogen las principales lecciones prácticas de esta entrada y, si desean, pueden consultar una explicación aún más gráfica y pedagógica en este video.
Empecemos.
¿Qué es el colesterol?
El colesterol, desde un punto de vista eminentemente químico, es una molécula compuesta por 27 átomos de carbono, como lo muestra la figura de abajo. Cada línea de la figura representa un enlace entre dos átomos de carbono. Es así de sencillo: el colesterol es "sólo" otra molécula orgánica en nuestro cuerpo. No obstante, es una que juega un papel mucho más profundo, complejo y sofisticado de lo que las cifras frías de un examen de laboratorio sugerirían.
Así pues, esta molécula, el colesterol, miembro de la familia de los alcoholes esteroides, puede ser "libre" o "no esterificado" (UC por sus siglas en inglés, que significa unesterified cholesterol), que corresponde a su forma activa, o puede presentarse en su forma "esterificada" o de almacenamiento, a la que llamamos éster de colesterol (CE por sus siglas en inglés). El diagrama de arriba se corresponde con una molécula de colesterol libre (UC).
¿Para qué sirve el colesterol?
Esta aparentemente inocua biomolécula desempeña funciones cruciales, siendo quizás la más notable la relacionada con la integridad de todas las membranas de las células animales (las plantas tienen un pariente cercano, el fitoesterol, para desempeñar este rol). El colesterol al interior de la membrana forma una estructura dinámica que confiere estabilidad y flexibilidad, permitiéndole a la célula adaptarse oportunamente a los cambios en su medioambiente. Esta capacidad es esencial para la preservación de la integridad celular y para facilitar la comunicación intercelular.
Además, el colesterol sirve como precursor de una diversidad de moléculas bioactivas, incluyendo las hormonas esteroides, que desempeñan roles esenciales en la regulación del metabolismo, las funciones reproductivas y la respuesta o adaptaciones al estrés.
En los seres humanos, en particular, el colesterol no sólo es, como decíamos, imprescindible para la estructuración y correcto funcionamiento de las membranas celulares a lo largo de todo el organismo, sino que es un precursor para la síntesis de la vitamina D, los ácidos biliares necesarios para la emulsificación y absorción de lípidos dietéticos, y una serie de hormonas críticas, principalmente las sexuales, como el estrógeno y la testosterona, y los corticosteroides, que son fundamentales para el manejo del equilibrio hidroelectrolítico y la modulación del sistema inmune.
En otras palabras, el colesterol es fundamental para la vida animal y su correcto funcionamiento. Sin colesterol no habría vida como la conocemos.
¿De dónde viene el colesterol?
Nuestro cuerpo obtiene colesterol tanto de los alimentos que consumimos como de su síntesis al interior de nuestro organismo.
Aproximadamente el 25% de nuestra ingesta diaria de colesterol, que se estima entre 300 y 500 mg, proviene de nuestra dieta (colesterol exógeno), mientras que el 75% restante, equivalente a unos 800 a 1,200 mg, es producido endógenamente por nuestro cuerpo. Para una mejor perspectiva, hay que considerar que las reservas totales de colesterol en el cuerpo humano oscilan entre 30 y 40 gramos (30,000 a 40,000 mg), estando su gran mayoría, como habría de esperarse, en las membranas celulares.
Prácticamente cada célula en el cuerpo es capaz de producir colesterol; son pocas las células que requieren de una dosis externa de colesterol para su correcto funcionamiento. En efecto, del colesterol que es fabricado en nuestro cuerpo, aproximadamente el 20% es producido por el hígado, mientras que el 80% restante es producido por otras células. La síntesis del colesterol involucra un complejo proceso de cuatro etapas, que incluye 37 pasos individuales, cuya discusión detallada excede el alcance de esta serie (para mayor detalle, ver la vía del mevalonato).
Es importante notar que los niveles de colesterol en sangre, aquellos que arrojan los exámenes clásicos de laboratorio, no reflejan con precisión el colesterol celular, especialmente el asociado a las arterias, que es el de mayor interés clínico. Este sofisticado mecanismo de balance implica, entre otras, que cuando se reduce la ingesta de colesterol, el cuerpo puede incrementar su propia síntesis o aumentar la absorción (es decir, reciclaje) de colesterol desde el intestino para compensar.
Las rutas del colesterol
Sólo el colesterol libre o no esterificado (UC) puede ser absorbido en nuestro intestino. Por su parte, los ésteres de colesterol (CE) no pueden ser absorbidos debido a las voluminosas cadenas laterales que poseen.
Gran parte (más del 50%) del colesterol que ingerimos de los alimentos está esterificado (CE), por lo tanto, en la práctica no absorbemos mucho, si es que absorbemos algo, del colesterol exógeno (el colesterol presente en los alimentos).
Además, la mayoría del colesterol no esterificado (UC) en nuestro intestino (alrededor del 85%) es en realidad de origen endógeno (es decir, fue sintetizado en las células del cuerpo y devuelto al hígado), el cual termina en el intestino mediante la secreción biliar y finalmente es reabsorbido por las células en nuestro intestino (conocidas como enterocitos). El hígado sólo puede excretar UC, pero no CE, desde los hepatocitos (células del hígado) hacia el sistema biliar. El CE hepático no puede ser excretado en la bilis. Por lo tanto, si el hígado va a excretar CE en la bilis y, finalmente, en el intestino, necesita desesterificarlo usando enzimas llamadas colesterol esterasas, las cuales pueden convertir el CE hepático en UC.
El principal mecanismo a través del cual el hígado se deshace del colesterol es convirtiéndolo en ácido biliar, es decir, expulsándolo hacia la bilis (a través de un transportador llamado ABCB11) y excretando los ácidos biliares a través de las heces (típicamente, la mayoría de los ácidos biliares son reabsorbidos en el íleon).
Todo esto da testimonio del esfuerzo y la sofisticación con la que nuestro cuerpo mantiene los niveles de colesterol dentro de un margen relativamente estrecho, un fenómeno conocido como homeostasis del colesterol. Un intrincado y delicado equilibrio entre la ingesta, absorción, síntesis, excreción y reciclaje de esta molécula esencial para nuestra vida.
Las lipoproteínas
Una vez ingeridas o sintetizadas, las moléculas de colesterol deben viajar a través del cuerpo para cumplir con sus múltiples funciones. Sin embargo, debido a su naturaleza lipofílica (o hidrofóbica, es decir, que no es soluble en agua), el colesterol no puede viajar libremente por el torrente sanguíneo, que está compuesto principalmente por agua. Aquí es donde entran en juego las lipoproteínas, moléculas compuestas por lípidos y proteínas, esenciales para el transporte del colesterol.
Estas macromoléculas actúan como vehículos, permitiendo que el colesterol y otros lípidos (como los triglicéridos) se muevan eficientemente por la sangre y lleguen a los tejidos que requieren de ellos para mantener la salud celular, la producción de hormonas y la digestión de grasas, procesos de los que ya hablamos. Por simplicidad, podemos agrupar a las lipoproteínas en dos grandes categorías según su composición y funcionalidad: alta y baja (y muy baja) densidad.
Lipoproteínas de alta densidad (HDL)
Las lipoproteínas de alta densidad (HDL, por sus siglas en inglés) son usualmente consideradas las lipoproteínas "buenas" debido a su papel crucial en el transporte inverso del colesterol. Este proceso consiste en recoger el exceso de colesterol de las células y los tejidos, incluidas las placas dentro de las arterias, y transportarlo de regreso al hígado para su reciclaje o excreción.
Como su nombre lo dice, las HDL están compuestas principalmente por una mayor proporción de proteínas en relación con los lípidos, lo que les confiere una densidad más alta en comparación con las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y las de muy baja densidad (VLDL), que contienen una mayor proporción de lípidos, especialmente colesterol y triglicéridos. Esta propiedad hace más difícil que puedan atravesar la pared de las arterias (endotelio) y, consigo, propiciar la aterosclerosis.
Más aún, las HDL contribuyen a la salud cardiovascular mediante la inhibición de la oxidación del LDL, un proceso que aumenta la aterogenicidad del LDL, es decir, lo hace más propenso a ser retenido en las paredes arteriales y formar placas ateroscleróticas.
Lipoproteínas de baja y muy baja densidad (LDL y VLDL)
Las lipoproteínas de baja y muy baja densidad (LDL y VLDL) han sido etiquetadas tradicionalmente como las lipoproteínas "malas", principalmente debido a su asociación estadística con el desarrollo de aterosclerosis y enfermedades cardiovasculares. Estas partículas transportan colesterol desde el hígado a los tejidos y células por todo el cuerpo, donde es utilizado para las funciones biológicas esenciales que ya comentábamos.
Cuando hay un exceso de LDL o VLDL en la sangre, dada su baja densidad, estas moléculas pueden depositarse más fácilmente en las paredes de las arterias, formando placas que eventualmente podrían conducir a obstrucciones... al desarrollo de aterosclerosis. Esto es en parte consecuencia de otras moléculas que se adhieren a ellas, denominadas proteínas integrales, como la apolipoproteína B (apo-B) y la lipoproteína (a) [Lp(a)], que si bien facilitan la entrada y salida del colesterol a la célula, incrementan la propensión de que la lipoproteína perfore la artería.
En la próxima entrada detallaremos mejor el rol de estas partículas en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
¿Hay colesterol "malo"?
En sus niveles adecuados, las lipoproteínas de baja o muy baja densidad (LDL y VLDL) son igual de necesarias que las HDL para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo. Lo único "malo" que puede achacárseles tiene que ver con la posibilidad de que, en exceso, estas se depositen en la pared interna de una arteria, especialmente dentro de una arteria coronaria o carótida, desencadenando una cascada inflamatoria que pueda resultar en la obstrucción de dicha arteria.
Y es aquí donde continuaremos en la próxima entrada de esta serie: ¿cómo el colesterol LDL y VLDL, que también es "bueno", termina en lugares donde no pertenece y da lugar a problemas "malos"? La respuesta a esta pregunta no sólo ampliará nuestro entendimiento sobre la fisiología y patología del colesterol sino que también orientará la adopción estrategias para prevenir y tratar las enfermedades cardiovasculares de manera más efectiva, tema que concierne a la tercera y última entrada de esta serie.
Píldoras de crecimiento: rompiendo algunos mitos
Para cerrar esta entrada, entendiendo que puede ser un poco técnica y pesada, queremos compartir con ustedes las principales lecciones, especialmente aquellas que desafían algunas de las narrativas (erróneas) sobre el colesterol que han permeado el entendimiento general, y que pueden guiar mejor sus discusiones y decisiones en torno a esta esencial molécula:
El colesterol no es más que otra molécula orgánica (algo sofisticada) en nuestro cuerpo que ingerimos, producimos, almacenamos y excretamos, en diferentes cantidades para mantener su correcto balance.
Los niveles de colesterol en nuestro cuerpo son esenciales para la vida. Sin colesterol no hay vida.
La mayor parte del colesterol que comemos no se absorbe y es excretado por nuestro intestino (es decir, sale de nuestro cuerpo a través de nuestras heces).
La reabsorción del colesterol que sintetizamos en nuestro cuerpo es la fuente dominante de colesterol. Es decir, la mayoría del colesterol en nuestro cuerpo es producido por nuestro cuerpo.
Comer colesterol (diferente a comer grasas, que sí puede tener consecuencias negativas, como veremos en las siguientes entradas) tiene muy poco impacto en los niveles de colesterol en nuestro cuerpo, como este metaanálisis lo demuestra. Aquel que siga insistiendo con que la ingesta de alimentos elevados en colesterol, como el huevo, deriva en incrementos en la cantidad de colesterol en la sangre, cuando menos, habla desde el desconocimiento.
No hay tal cosa como "colesterol bueno" y "colesterol malo". Tanto las lipoproteínas de alta densidad (HDL) como las de baja y muy baja densidad (LDL y VLDL) cumplen tareas esenciales en el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo.
Vive y aprecia cada momento. Concéntrate en lo que está en tu control. Disfruta el proceso.
Un abrazo,
Carlos