Lean Startup: ¡No construyas a ciegas!
Validación temprana, aprendizaje real y cómo evitar que tu idea muera sin clientes
Antes de empezar:
Todo nuestro contenido es de libre acceso al público. La mejor forma de reconocer nuestro trabajo es ayudándonos a crecer esta comunidad, así como dándoles un “me gusta” y compartiendo nuestras publicaciones.
Si crees que el contenido y el esfuerzo lo valen, puedes invitarnos a un café a través de una suscripción paga mensual (que puedes cancelar en cualquier momento). ¡Mil gracias por tu apoyo!
Versiones en video de la entrada:
La entrada:
Una de las frustraciones más grandes que he vivido como emprendedor fue pasar más de un año construyendo algo con la tecnología de punta, cumpliendo todos los “checkmarks” técnicos… sólo para terminar con un producto que no resolvía un problema real. Ayudaba, sí. Lastimosamente no lo suficiente como para que alguien quisiera pagar por él.
Esta entrada es una invitación a no caer en el mismo error. Por eso, en esta entrega quiero retomar una de mis series originales para traer las lecciones que he puesto en práctica sobre el libro Lean Startup, una metodología que cambió por completo cómo abordo la construcción de productos (y equipos), y que hasta el día de hoy sigo aplicando en los distintos roles que he tenido en compañías de producto.
La falsa seguridad de construir sin validar
En tecnología es fácil enamorarse de lo que se puede construir. Pero si nadie lo necesita —o visto de otra manera, si nadie está dispuesto a pagar por esa solución—, todo ese esfuerzo se vuelve irrelevante (salvo que se esté embarcando en una cruzada altruista).
Lo que me ha enseñado Lean Startup es que la prioridad no es crear, sino aprender. La clave es hacerlo rápido, barato y con el menor riesgo posible. Y para eso, necesitamos dejar de suponer y empezar a validar ideas o hipótesis.
Este es el método que propone el libro para hacer validación:
Partimos de una idea que queremos validar con nuestro producto, o de la idea de un nuevo producto que queremos construir. A partir de ahí, comenzamos a crear el producto o a desarrollar herramientas que nos permitan validar esa idea —lo veremos con más detalle más adelante.
Una vez construido, medimos y validamos nuestras hipótesis: ¿está siendo utilizado el producto?, ¿lo están usando como esperamos?
Después de medir, aprendemos y tomamos decisiones: ¿estamos yendo en la dirección correcta o necesitamos hacer cambios en nuestra idea o en el producto?
Pero, ¿qué significa realmente ir en la dirección correcta?
Uno de mis indicadores favoritos para responder esta pregunta se llama Product-Market Fit.
El Product-Market Fit no se decreta, se encuentra
Una de las frases más certeras que he leído sobre el Product-Market Fit dice:
“Sabes que lo encontraste cuando los usuarios te quieren quitar el producto de las manos.”
Y lo suscribo completamente. El problema es que la mayoría intentamos forzarlo, en vez de descubrirlo. El mercado no se convence, se entiende. Y lo que entiendes sólo lo puedes validar hablando con usuarios, no escribiendo más código.
Hay otros medios que pueden acelerar el proceso de venta de producto, como inyectar más capital en mercadeo o utilizar herramientas como los descuentos, pero al final, el mercado se hace escuchar… y con fuerza. Si estás dependiendo de este tipo de estrategias, quizás debes hacer ajustes en el producto para que los clientes paguen el valor completo.
¿Y si el problema no es el producto, sino el enfoque?
A veces ni siquiera necesitás construir un MVP (producto mínimo viable, por sus siglas en inglés). Con una buena presentación, una demo o incluso una conversación clara, puedes confirmar si vale la pena seguir adelante.
Hay grupos de fundadores que sólo por la experiencia que traen a la mesa pueden levantar millones de dólares de los mejores fondos privados del mundo. A esto se le conoce como Founder-Market Fit: ¿tienes la autoridad, experiencia o cercanía suficiente con el problema como para entenderlo (y resolverlo) mejor que otros?
Hoy creo que muchas ideas se pueden validar antes de escribir una sola línea de código. Sólo se requiere algo que muchas veces evitamos: salir a hablar con usuarios reales. O como digo ahora coloquialmente, “tantear el mercado”.
Tanteando el mercado: cómo validar una idea rápido
Antes de invertir meses de desarrollo, esto es lo que recomiendo hoy en día:
Comprar un dominio.
GoDaddy sigue siendo el más rápido y costo-efectivo para esto.
Armar una landing page en Webflow o WIX.
Depende del tiempo y de lo que quiera probar. La idea es contar lo que resuelve la idea, para quién está hecha, y qué la hace diferente.
Compartir el link con amigos, en redes… con potenciales clientes.
Pero no para que lo prueben, sino para que me digan si en verdad pagarían por eso.
Llegado el caso, creo automatizaciones para el manejo de correos y registro
Utilizo plataformas no-code, como Dapta o Make, para crear automatizaciones sin la necesidad de hacer código. Hoy día, en redes como YouTube se encuentran guías increíbles para aprender a automatizar en estas plataformas.
Este paso previo al MVP me ha ahorrado meses de trabajo. Si no hay interés real desde el comienzo, no es necesario dedicar más recursos o tiempo en esa dirección, y no necesariamente esto significa descartar la idea; se trata de hacer los cambios necesarios partiendo de una realimentación franca.
Métricas, entrevistas y aprendizaje validado
Una vez lanzada la versión inicial del proyecto, el trabajo apenas comienza. Cada funcionalidad nueva que construyo con mis equipos pasa por tres filtros:
¿Está alineada con un problema real de nuestros usuarios?
¿Tenemos una hipótesis clara sobre qué va a cambiar o qué valor va a aportar?
¿Sabemos cómo vamos a medir si funcionó?
Uso herramientas como Posthog, Google Analytics o Grafana para medir comportamiento, pero también seguimos entrevistando usuarios de forma constante. De hecho, aún hoy me hago esta pregunta todos los domingos:
¿Con cuántos usuarios hablé esta semana?
Si la respuesta es cero, hay un riesgo real de que estemos construyendo sin rumbo.
Aprender es más importante que lanzar
La belleza de Lean Startup es que nos recuerda que el objetivo no es lanzar un producto, es aprender. Y para eso hay que reducir el ciclo de realimentación lo más posible:
Tener una hipótesis clara.
Construir lo mínimo necesario para probarla.
Validar con usuarios reales.
Medir resultados y aprender.
Repetir o cambiar de rumbo.
Es simple en teoría. Difícil en la práctica. Pero es la única forma en la que, al menos yo, he podido construir cosas que realmente generen valor para los usuarios finales.
Epílogo: ¿Para quién construimos?
Muchos emprendedores nos lanzamos a construir sin haber entendido lo más importante:
¿Qué problema resuelve esto? ¿Y para quién?
Lean Startup no es sólo una metodología. Es una mentalidad. Una forma de trabajar con humildad, reconociendo que no tenemos todas las respuestas y que las mejores vienen del usuario y de una necesidad real.
Aplicarla ha hecho una diferencia radical en cómo creo productos hoy. Y si estás comenzando, espero que te ahorre algunos de los errores que yo ya cometí.
Con esto, los espero en la próxima entrada de esta entrega, donde hablaremos sobre cómo convertir esa validación inicial en un negocio que crece de verdad.
Por una vida más consciente y feliz
Daniel