Navegando nuestros mecanismos de defensa
Una mirada al impacto que tienen nuestros traumas de la infancia en la vida adulta
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La entrada:
Como lo he mencionado en entradas previas, desde diciembre de 2023 empecé a asistir a terapia, y aunque estoy convencido de que vale la pena tener la experiencia y tener un psicólogo que acompañe y guíe el proceso, creo que hay ciertas bases de conocimiento clave que, vayan a terapia o no, les pueden ser útiles para entender a mayor profundidad algunas reacciones y comportamientos de nuestro día a día.
Como soy consciente de que da bastante miedo mirar adentro de cada uno, escribo esta entrada como una herramienta para asistirlos en su proceso de exploración.
Como nota, una buena primera aproximación a esta experiencia puede ser el juego “Therapy Game” de The School of Life de Alain de Botton, uno de nuestros grandes referentes en inteligencia emocional, y Sophie Howarth. Es un juego para dos y consiste en “simular” una sesión de terapia donde quien participa como hablante decide hablar de un tema específico entre: trabajo, relaciones, sexo, ansiedad y ser (self).
¿Y por qué arranco por aquí? Precisamente porque siento que en estas 5 áreas es donde mejor vemos reflejado el tema que quiero abordar en esta entrada: nuestros mecanismos de defensa.
Mi primer acercamiento a este tema fue un libro que me recomendó mi terapeuta: Las 5 heridas del alma que impiden ser uno mismo, de Lise Bourbeau. Este libro presenta las 5 heridas o traumas principales que suele dejar nuestra infancia y su “máscara” resultante durante la adultez.
Si quieren entender a profundidad cuál es el origen y los efectos de cada uno les recomiendo leer el libro, pero mi objetivo principal con esta entrada es ofrecerles un paneo general de estos traumas y cómo identificar el impacto que tienen en su día a día.

¿Qué son las máscaras o mecanismos de defensa?
Bueno, como saben los que nos leen desde hace un tiempo, con Carlos solemos debatir bastante sobre los temas que nos apasionan y este de las máscaras nos implicó un buen par de sesiones de contrastar perspectivas. Fue ahí donde Carlos me introdujo a Alain de Botton y, especialmente, a este video que nos permitió acordar que usar el término de “máscaras” sonaba algo agresivo… suena a que no dejamos que nos vean, pero la realidad es que si nos ven, si estamos viviendo la vida y reaccionando a los sucesos. Lo que pasa es que tendemos a vivir una vida reactiva. Por eso los rebautizamos como mecanismos de defensa.
Podemos ver estos mecanismos como cicatrices que nos ayuden a sortear más efectivamente los retos que nos puso la vida: así como cuando de pequeños aprendimos que el fogón de la estufa quema porque lo tocamos mientras estaba encendido. En el caso concreto de nuestra formación emocional, si un niño crece en una casa en donde las mentiras y el engaño son el pan de cada día—quizás padres con amantes, viajes a escondidas, malos manejos financieros, etc.— y, efectivamente, ve que el engaño es un mecanismo efectivo para navegar este entorno, muy probablemente optará por adoptarlo para su vida adulta. “Si a mi padre/madre le funcionó, quizás a mi también”. O quizás si alguien crece en un hogar en donde todos son muy fríos y no hay abrazos, besos o, en general, cercanía, pues queda grabado ese mecanismo de que el amor no se expresa a través del contacto físico.
Estos mecanismos pueden afectar todo en nuestra vida. Desde nuestro lenguaje del amor hasta cómo aceptamos las tareas o retos que nos ponen en los estudios o el trabajo.
Dado que la mayoría de estos mecanismos se desarrollan en la infancia, es importante entender que desarrollados para sobrevivir. Quizás en el pasado los necesitábamos, quizás nos permitieron llegar hasta donde estamos hoy, pero no significa que deban seguir siendo nuestra ruta de escape preferida.
Hay que ser compasivos con el origen del mecanismo, pero hay que aprender soltarlo… y para poder hacerlo, el primer paso, sin duda, es identificarlo.
El secreto no reside en buscar culpables. Está en entender la raíz del comportamiento para poder cambiarlo o, en general, para restarle agencia sobre nuestro actuar y permitirnos entender que nuestra caja de herramientas es mucho más amplia de lo que nuestros traumas dictarían; que podemos responder de manera auténtica.
Los cinco traumas más comunes
Aquí no busco ni hablar de teoría psicológica ni atacar a nadie. Es más, si se sienten atacados, sospechen de esa defensa que están sintiendo o pensando y busquen en su pasado elementos que puedan haber causado el desarrollo de ese mecanismo de defensa.
(Probablemente escribiremos más entradas sobre proceso de cada uno de nosotros para identificar y soltar nuestros mecanismos de defensa... de nuevo, si creen que alguno de los mecanismos resuena, no olviden leer más del tema o quizás hablarlo con su psicólogo/terapeuta o amigo de entera confianza.)
Dicho esto, a continuación les comparto los cinco traumas más salientes durante la infancia y los mecanismos de defensa que se suelen desarrollar en respuesta.
Trauma: rechazo - mecanismo: “huidizo”
El trauma del rechazo se origina en esta sensación de ser apartado de su núcleo familiar.
Puede tener múltiples orígenes: padres que aún no estaban preparados para tener hijos, matoneo en el colegio o quizás simplemente ser distinto. El niño enfrenta el rechazo huyendo o esquivando. Suele ser esa persona que se proyecta fría ante los demás, que es renuente a dejarlos entrar plenamente en su vida; esa persona que cuando una relación se torna seria y comprometedora prefiere huir.
El mecanismo de defensa del huidizo lo dicta esa cicatriz que le pide evitar volver a sentir ese vacío cuando alguien no quiere estar con uno.
Trauma: abandono - mecanismo: dependiente
Aunque el nombre sea sugestivo, este trauma no necesariamente surge por la pérdida física de un padre. El abandono también emana de ese pariente ausente, un padre o madre que sólo tenía tiempo para el trabajo o para otro hijo que quizás necesitaba más apoyo o atención. Este trauma lleva al mecanismo de dependencia: procuran mantener a quienes les interesa bien cerca para que no los vayan a dejar.
Lastimosamente, tanto apego sólo lleva a que las personas se terminen alejando igualmente.
Trauma: humillación - mecanismo: masoquista (emocional)
Esta, creo, es de las cicatrices más notables. Usualmente si recibieron frases como ser la decepción de la familia o si sentían que sus padres estaban apenados de ustedes se desarrolla este trauma, o quizás por exceso de control de alguno de los de ellos y, en respuesta, el mecanismo de defensa masoquista que los lleva a buscar el control de la conversación y burlarse de sí mismos antes de que otros los hagan para evitar la vergüenza.
Usualmente es una persona muy sensible que se castiga pensando que así castiga a otros y usualmente se recompensa con comida.
Trauma: traición - Mecanismo: controlador
La traición se origina al romper la confianza. Es lo contrario a la fidelidad. Confiar ciegamente en el padre o la madre y que de repente te cambie, que escoja a alguien más por sobre ti—un novio o novia, las responsabilidades laborales, etc.
Este trauma evoluciona en el tipo de personalidad que quiere tener el control de la la vida, de la relación, etc. Puede que usen herramientas como la mentira o la manipulación para no mostrarse nunca vulnerables.
Injusticia - Rígido
La herida de la injusticia proviene usualmente de exigencias descomunales de los padres: el hijo que debe ser perfecto, que debe tener las mejores notas, ser el capitán del equipo de fútbol, amable, ejemplar y, en general, cumplir todo a la perfección. Este niño suele evolucionar en una persona marcada por la ansiedad, que quiere que todo se distribuya a la perfección y que vela por la minoría.
Usualmente pueden con todo, pero les cuesta ser osados y salirse de los estándares; pensar por fuera de la caja. La sensación de insatisfacción con la vida suele dominar su conversación interna, pues, en la práctica, nada los termina de saciar.
¿Cómo nos afectan estos mecanismos?
Si bien uno de estos cinco traumas es el que mayores cicatrices dejó en la infancia y probablemente su mecanismo de defensa es el que más nos acompaña durante la adultez, como todo, en el fondo hay más matices: lo más seguro es que tengamos fragmentos de cada uno de los cinco mecanismos embebidos en nuestro subconsciente.
También es importante notar que, aunque suelen desarrollarse en edades tempranas, no estamos exentos de sufrir o propiciar traumas durante la adultez, por lo que siempre debemos trabajar deliberadamente en nuestro compás ético para actuar con responsabilidad emocional hacia los demás, pero, más importante, hacia nosotros mismos.
Epílogo: Las respuestas suelen estar adentro
Como ya lo advertía al inicio, el objetivo de esta entrada es brindarles herramientas para identificar algunos comportamientos que, aunque en el pasado quizás les ayudaron a sobrevivir, hoy en día les pueden estar haciendo más mal que bien. A veces nos encontramos con comportamientos como: alejar a quienes queremos, hacer daño a quienes nos rodean, o incluso ser autodestructivos.
Mi recomendación en situaciones emocionalmente retadoras es mirar hacia adentro y preguntarse: ¿es esta la reacción que debo y quiero tener ante esta situación?
Sé que duele, pero es importante revisitar nuestras experiencias en edades tempranas para poder entender el origen y soltar estos comportamientos en el presente. En futuras entradas de esta serie entraremos más a fondo en nuestro proceso personal de sanación de estos comportamientos para apoyarlos en este camino de poder ser ustedes mismos. Por ahora, el primer y más importante paso, es identificar.
Por una vida más consciente y feliz,
Daniel
*Esta entrada hace parte de nuestro pilar de inteligencia emocional y está basada en el libro Las 5 heridas que impiden ser uno mismo, de Lise Bourbeau y mi experiencia personal en terapia con psicólogo.