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Versiones en audio y video de la entrada:
La entrada:
Aunque he tocado superficialmente este tema en entradas, como las de gratitud y meditación, debo admitir que la herramienta que más me ha servido para dejar de comerme las uñas es estar tranquilo. Pero, ¿qué significa alcanzar la tranquilidad?
Luego de muchos años de escuchar a un montón de gente decirme que la principal causa de la onicofagia era el estrés y la ansiedad, quise entender qué era lo que la causaba en mi caso. Con ayuda de mi terapeuta, hice un ejercicio consciente de identificar qué escenarios me llevaban a esto. Principalmente eran: trabajo, lectura y juegos; bastante irónico. Si, teóricamente, juego para liberar tensión, ¿por qué esto también me llevaba a la onicofagia?
Me tomó bastante tiempo entenderlo, pero esa frase cliché de “escucha a tu cuerpo” al fin cobró significado. Aunque creo que no es tanto escuchar, sino sentir: sentir de verdad lo que está pasando. Solemos vivir la vida metidos en nuestra cabeza, en nuestro mundo, y olvidamos que el sentir es una parte clave de nuestra humanidad.
En mi caso personal, los videojuegos en realidad me tensionaban y no me liberaban, por la competitividad. Olvidé que los juegos debían liberarme dopamina y relajarme, y me enfoqué en ganar. Es decir, el momento en que dejé de percibir los juegos (y la vida) como una competencia, empecé a disfrutarlos de verdad.
Es impresionante la cantidad de veces en la vida que olvidamos por qué iniciamos algo, y termina volviéndose una tarea automática, en vez de algo consciente.
Se me ocurren varios ejemplos: comemos sin saborear la comida, nos subimos al carro o al bus y ni siquiera vimos qué pasaba afuera mientras llegábamos a nuestro destino, etc. De todas las discusiones que tuve en terapia, mi mayor descubrimiento fue entender que mi tendencia a comerme las uñas incrementaba al “desconectarme”. Es decir, al entrar en mi cabeza y perderme en mis pensamientos en vez de vivir el presente.
Ahora bien, no significa que pensar sea algo malo. En mi caso, el problema era que estos escenarios usualmente me llevaban a sobrepensar y a sitios que no me hacían ningún bien. Prácticamente, comerme las uñas no era más que un reflejo de mi cuerpo ante el daño que me hacían esos pensamientos negativos. Por lo tanto, sin importar la actividad que estuviera haciendo, mi pregunta fundamental se convirtió en:
¿Cómo me estoy sintiendo?
Acompañada de:
¿Con qué objetivo busco hacer esta actividad?
Y, de igual manera, estas preguntas y este nuevo nivel de consciencia sobre mis sentimientos y mi actuar me llevaron a la conclusión de esta entrada: lo que quiero es tranquilidad. Y luego de todo este contexto, les puedo decir que tranquilidad es, sin importar la actividad que esté haciendo o cualquiera que sea mi objetivo, poder enfocarme en el ahora y controlar mis pensamientos y mis reacciones.
¿Qué significa estar tranquilo?
Tranquilidad no es simplemente estar en una playa mirando al horizonte y escuchando el mar. Es una decisión consciente de tener el control sobre nuestra vida y nuestros pensamientos. A eso me refiero con vivir más tranquilos: más conscientes, más en el presente, menos desconectados.
Y aunque la tranquilidad suene como un concepto subjetivo, lo cierto es que hay ciencia detrás de ella. Cuando practicamos actividades como la respiración consciente o la meditación, activamos nuestro sistema nervioso parasimpático: el encargado de relajarnos. A nivel hormonal, se reducen los niveles de cortisol (la hormona del estrés) y se estimula la producción de serotonina, dopamina y oxitocina, las cuales están directamente relacionadas con nuestro bienestar físico y emocional. Es decir, al practicar consciencia y calma, estamos literalmente reprogramando nuestro cuerpo para sentirse mejor.
Más aún, estudios en neurociencia han demostrado que al hacer pausas conscientes durante el día, mejoramos la regulación emocional, tomamos mejores decisiones y fortalecemos nuestra capacidad de atención. Lo que muchas veces llamamos “vivir en piloto automático” no es otra cosa que dejar el cerebro corriendo con hábitos y reacciones automáticas. Y salir de ese piloto requiere presencia: requiere volver al cuerpo, al momento, a lo que estamos sintiendo.
Volver al cuerpo
Quizás en otras entradas lo hemos descrito como aburrirnos, pero nos lleva a lo mismo. Es la ironía de la vida: ahora nos pasamos pegados a una pantalla para distraernos, pero en el camino olvidamos escuchar a nuestro cuerpo para hacer lo que realmente necesitamos.
El otro gran problema que veo es que, en medio de tantas vueltas y tantas responsabilidades en nuestro día a día, es muy fácil olvidar esta práctica de sentir el cuerpo. Así que mi recomendación es retomar actividades que les fluyan, que les permitan enfocarse más en lo que sienten. Algunos ejemplos pueden ser:
Meditar
Sentarse a escuchar música
Salir a caminar al parque
La clave está en hacer el ejercicio consciente de sentir cada parte del cuerpo. Quizás me duele el cuello, quizás tengo un dolor lumbar, quizás uno de cabeza… Lo que sea. La invitación es a reservar este tiempo sólo para nosotros.
No necesitas irte a un retiro espiritual ni convertirte en un monje zen. Basta con detenerte unos minutos al día… respirar… observar, sin juzgar, tus pensamientos. Escanear tu cuerpo. Y, con el tiempo, esa práctica se convierte en un hábito: uno que te devuelve a ti mismo.
Epílogo: Buscando las respuestas adentro
Vivir tranquilos no es una meta idealizada o lejana. Es una práctica, un ejercicio diario de presencia, de consciencia y de respeto por lo que sentimos. Y como solemos recordar en Crecimiento Consciente, no se trata de tenerlo todo resuelto, sino de construir herramientas que nos ayuden a vivir mejor.
Si en este momento de tu vida sientes que algo te cuesta, que algo te inquieta o te desconecta, quizás lo primero no sea cambiar lo que haces, sino detenerte un momento a sentir y buscar la respuesta adentro.
Ahí, en ese instante, suele empezar la verdadera transformación.
Por una vida más feliz y consciente,
Daniel
*Esta entrada hace parte de nuestro pilar de inteligencia emocional y está basada en múltiples artículos académicos, libros, conferencias y videos de los profesores y pensadores Eckhart Tolle, Arthur Brooks, Paul Conti, Sam Harris, entre otros.
Por si te los perdiste… o quieres refrescar la memoria
¿Por qué recomiendo ir a terapia?
La evidencia científica, la opinión de los expertos y mi experiencia personal con la terapia con psicólogo