Los microplásticos y nuestra salud parte 1: las fuentes y riesgos
Lo que dice la evidencia científica sobre los impactos de la presencia los microplásticos en nuestra vida
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La entrada:
Volvemos con las series de varias entregas en Crecimiento Consciente, esta vez para abordar un tema que hace no mucho fue furor en redes sociales, especialmente en medios anglosajones: los micro y nanoplásticos. En concreto, su impacto sobre nuestra salud y cómo mitigarlo.
En esta primera entrega nos concentraremos en los mecanismos, teóricos y empíricos, a través de los cuales los microplásticos pueden perjudicar el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, basados, como es costumbre, en la evidencia científica más rigurosa hasta la fecha. En la siguiente entrada, compartiremos algunas estrategias efectivas para reducir nuestra exposición a estos compuestos.
Antes de seguir, vale la pena advertir que, como los medicamentos para el control del peso, este es un campo de investigación relativamente reciente. Los estudios longitudinales en humanos son escasos, y las conclusiones actuales deben tomarse con una dosis de escepticismo sano. Sin embargo, la información preliminar disponible ya permite esbozar algunas preocupaciones fundamentadas, que es sobre las que desarrollaremos a continuación.
¿Qué son los microplásticos y qué tan expuestos estamos?
Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico, de entre 1 μm y 5 mm (para referencia, el diámetro de un cabello humano oscila entre 70 y 80 μm), que resultan de la degradación de productos plásticos más grandes o que han sido fabricados directamente en estas dimensiones para usos industriales y comerciales. Su presencia en el ambiente es ubicua: desde el aire que respiramos en las ciudades, pasando por el agua potable y los alimentos que consumimos hasta llegar a ubicaciones tan remotas como la nieve del Ártico o las profundidades del océano.
Quizás en su momento escucharon que ingerimos el equivalente a una tarjeta de crédito en microplásticos cada semana. Esta cifra, ampliamente difundida en redes, proviene de un estudio en 2022 que, en retrospectiva, ha sido fuertemente criticado por su falta de rigurosidad. Un análisis más preciso sugiere que la ingesta real para el adulto promedio es de alrededor de 4 microgramos por semana. En otras palabras, nos tomaría 23 mil años consumir el equivalente a una tarjeta de crédito en plásticos.
Dicho esto, la exposición sigue siendo significativa. Por eso, amerita individualizar las principales fuentes de ingreso de microplásticos al organismo, en donde destacan:
Bebidas embotelladas y alimentos envasados en plástico.
Agua del grifo, dependiendo de la infraestructura de tratamiento.
Aire, particularmente en entornos urbanos con alta contaminación.
Alimentos de origen marino, especialmente peces y mariscos.
Ropa sintética, cuyos microfibras plásticas se desprenden y terminan en el ambiente.
Quizás contraintuitivamente, el 80% de la contaminación por microplásticos no proviene de botellas ni bolsas plásticas, sino de tres fuentes menos notables: textiles sintéticos (poliéster, nailon, etc.), el desgaste de neumáticos en carreteras y el polvo urbano.
¿Cómo ingresan al cuerpo y qué sabemos sobre sus efectos?
El mecanismo de exposición ha sido relativamente bien caracterizado en los últimos años. Los microplásticos pueden ingresar al cuerpo por tres vías principales:
Ingestión: a través del agua, los alimentos o al transferirse desde envases plásticos.
Inhalación: las partículas microscópicas suspendidas en el aire pueden ser (fácilmente) respiradas y llegar hasta los pulmones.
Absorción dérmica: aunque esta vía es menos estudiada, se ha sugerido que algunos químicos plásticos pueden atravesar la piel al tacto.
Una vez en el organismo, la gran mayoría de los microplásticos ingeridos es excretada sin ser absorbida. Sin embargo, un pequeño porcentaje logra penetrar la barrera intestinal y entrar en la circulación sistémica, lo que plantea interrogantes sobre sus posibles efectos a corto y largo plazo.
1. Impacto en la salud cardiovascular
Uno de los hallazgos más inquietantes es la presencia de microplásticos en placas de ateroma en las arterias carótidas de pacientes con enfermedad cardiovascular. Un estudio seminal publicado en The New England Journal of Medicine, el estándar de oro en investigación clínica, encontró que, en esta población, los microplásticos en la región cardíaca incrementan el riesgo de mortalidad en 4,5 veces.
Se ha teorizado que el mecanismo que explica esto pasa por la inflamación crónica y disfunción endotelial que causan estas partículas, contribuyendo a la formación de placas ateroscleróticas y aumentando el riesgo de eventos como infartos y accidentes cerebrovasculares.
Rutas adicionales en modelos animales, sugieren que la exposición a microplásticos está asociada con estrés oxidativo y activación plaquetaria, lo que podría generar un entorno más propenso a trombosis. Sin embargo, aún no hay estudios longitudinales en humanos que confirmen este vínculo.
2. Alteraciones en la función hepática
El hígado, como principal órgano de detoxificación del cuerpo, es particularmente vulnerable a la acumulación de sustancias extrañas. Estudios en in vitro y en peces han mostrado que la exposición a microplásticos induce inflamación hepática, alteraciones en la arquitectura celular y acumulación de lípidos en el tejido hepático, lo que sugiere un posible papel en la disfunción hepática y el desarrollo de hígado graso no alcohólico.
3. Posibles efectos sobre la neurodegeneración y el cáncer
Finalmente, si bien no hay evidencia concluyente de que los microplásticos puedan inducir cáncer o enfermedades neurodegenerativas, sí se ha documentado que algunos compuestos plásticos pueden actuar como disruptores endocrinos y agentes proinflamatorios.
Estudios preliminares han sugerido que la presencia de microplásticos en el cerebro de modelos animales podría afectar la función neuronal y la integridad de la barrera hematoencefálica. En efecto, una investigación pequeña en humanos encontró que el cerebro acumula entre 10 y 20 veces más microplásticos que otros órganos y, más aún, que los fallecidos con enfermedades neurodegenerativas, como Alzheimer o demencia, tienen mayor concentración de microplásticos en su cerebro. No obstante, este es un campo que aún requiere mucha más investigación para sacar conclusiones sólidas.
¿Qué tanto preocuparnos?
Es innegable que los microplásticos están en todas partes y que entran a nuestro cuerpo a diario, así como también lo es el que son parte fundamental de nuestro estilo de vida moderno, siendo fuente de conveniencia y comodidad. Nada más vean a su alrededor cuántos de sus instrumentos y quehaceres diarios dependen de algún plástico. Por eso hay que hacer una análisis ponderado de sus pros y contras y de lo que ha encontrado hasta ahora la evidencia científica de su impacto sobre nuestra salud.
Un primer punto es que, a pesar de la creciente contaminación plástica, la expectativa de vida ha seguido aumentando. Esto no significa que los microplásticos sean inofensivos, sino que es probable que existan factores mucho más determinantes en la longevidad y la salud a largo plazo, como los que hemos cubierto en múltiples entradas.
También hay que considerar la posibilidad de lo que los estadísticos y econometristas denominan causalidad invertida o simultaneidad. Es decir, quienes tienen mayores niveles de exposición a microplásticos pueden estar expuestos simultáneamente a otros factores perjudiciales para la salud, como dietas ricas en ultraprocesados, contaminación ambiental o estilos de vida sedentarios.
Dicho esto, minimizar la exposición a microplásticos sigue siendo una buena idea, especialmente si se pueden tomar medidas sencillas y de bajo costo para hacerlo. De eso hablaremos en la próxima entrega.
Epílogo: Una apología del balance
Si por algo abogamos en Crecimiento Consciente es que el pánico nunca es un buen aliado de la razón. Antes de entrar en modo catastrofista y vender todo lo plástico que tienen en casa, la clave está en tomar perspectiva y encontrar el adecuado balance.
Sí, los microplásticos están en todos lados. Sí, hay evidencia emergente que sugiere que podrían tener efectos adversos en la salud. Pero también es cierto que aún no entendemos completamente el impacto real de su presencia en el cuerpo humano, y que hay muchas otras variables con un peso mucho mayor sobre nuestra salud y longevidad. Más aún, que no es realista eliminar las fuentes de plásticos de nuestra vida si el propósito es extirpar ese riesgo de raíz.
Por ello, en la próxima entrada exploraremos estrategias concretas, a costo bajo, para reducir nuestra exposición a estos contaminantes sin caer en la demonización y la fobia. Hasta entonces.
Vive y aprecia cada momento. Concéntrate en lo que está en tu control. Disfruta el proceso.
Un abrazo,
Carlos
*Esta entrada hace parte de nuestro pilar sobre salud y nutrición y está basada en múltiples artículos académicos, así como en escritos, podcasts y libros de, entre otros, los doctores Peter Attia, Layne Norton y Andrew Huberman.
**Advertencia: el contenido aquí proporcionado tiene únicamente propósitos informativos. Esta entrada no pretende reemplazar el consejo médico profesional, el proceso de diagnóstico o el tratamiento de ninguna enfermedad. Los invitamos a consultar la opinión de sus médicos antes de tomar cualquier decisión sobre su salud.
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