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Las consecuencias de vapear

Lo que dice la evidencia científica sobre los efectos en la salud física y mental de esta práctica cada vez más popular en nuestra región
Imagen elaborada con el modelo Dall-E de OpenAI.

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Crecimiento en breve:

  1. El vapeo es significativamente menos nocivo que el cigarrillo: estudios recientes sugieren que puede reducir hasta en un 95% los riesgos de morbilidad y mortalidad respecto del tabaquismo.

  2. El vapeo no está exento de riesgos para la salud física y mental, pues los aerosoles contienen partículas ultrafinas y metales pesados que afectan el sistema respiratorio y cardiovascular. El consumo elevado y crónico de nicotina puede deteriorar la salud mental en varios aspectos.

  3. Su aceptación social, especialmente entre los más jóvenes, así como su uso en espacios cerrados incrementan el riesgo de consumo excesivo, lo que podría representar un retroceso en los avances logrados en la reducción del tabaquismo en las últimas décadas.

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Notas al margen:

  • Esta entrada hace parte de nuestra serie sobre salud y nutrición y está basada en múltiples artículos académicos, pero principalmente en el Global State of Tobacco Harm Reduction 2024.

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Versiones en audio y video de la entrada:

  • Si no tienes tiempo para leer o simplemente prefieres escuchar la entrada, puedes encontrar su versión en podcast en Spotify

  • Nuestros comentarios en video a esta entrada los puedes ver en YouTube o en Substack, dando click al botón “Mira ahora” ubicado arriba del título de la entrada.

La entrada:

Nunca he fumado, ni cigarrillos, porros o vapeadores, pero crecí rodeado del humo del tabaco. Durante mis primeros años de vida, mi padre, mis abuelos y varios de mis tíos eran fumadores habituales, por no decir que empedernidos. Sin embargo, con el tiempo, y motivados por una creciente conciencia sobre los efectos nocivos del tabaco, decidieron dejarlo.

Pero a diferencia de mis familiares, según el Global State of Tobacco Harm Reduction 2024, actualmente hay más de mil millones de fumadores en el mundo, y cada año mueren 8.9 millones de personas por enfermedades relacionadas con el tabaco, incluidas 1.3 millones debido al humo de segunda mano. Estas cifras superan la mortalidad combinada de enfermedades infecciosas como el VIH, la malaria y la tuberculosis. Es el factor de riesgo que más incidencia tiene sobre los cuatro grupos de enfermedades crónicas sobre los que hemos hablado en entradas previas: enfermedades cardiovasculares, metabólicas, neurodegenerativas y cáncer.

A esto se suma que alrededor del 80% de las personas que fuman residen en países de ingresos bajos y medios, en donde la carga sanitaria y económica de esta epidemia es aún más marcada.

En parte en respuesta a esta crisis, en 2004 se introdujo el vapeador en China. Diseñado inicialmente como un sustituto menos dañino al cigarrillo, su adopción ha crecido exponencialmente, habiendo alcanzado los 114 millones de consumidores habituales en 2023. Y si bien la evidencia hasta ahora disponible sugiere que el vapeo es una estrategia efectiva para dejar el cigarrillo, eso no obsta de estudiar su impacto real en la salud física y mental, pues su consumo no viene a costo cero para nuestro cuerpo.

Por ello, este artículo busca hacer un recuento riguroso y matizado de la literatura científica más reciente sobre el vapeo con nicotina, centrándose en su impacto en la salud física, mental y conductual, de modo que sus usuarios actuales y potenciales puedan tomar una decisión informada sobre su consumo.

¿Qué es vapear?

A diferencia de lo que su nombre sugiere, vapear no consiste en inhalar un vapor de agua saborizado, sino un aerosol que se produce al calentar un líquido aceitoso mediante un dispositivo electrónico.

Vapear es como inhalar el aerosol que emiten las latas de desodorante en spray, sólo que con un saborizante que lo hace (mucho) más agradable al gusto.

El líquido base suele estar compuesto por glicerol o propilenglicol, sabores artificiales y, en la mayoría de los casos, nicotina. Su gran diferencia con el cigarrillo es que no media combustión, pues las temperaturas del metal que calientan el aceite no son lo suficientemente elevadas, ahorrando consigo la producción de cientos de partículas ultrafinas de elevada toxicidad para nuestro cuerpo.

El principal agente de dependencia en este aerosol es la nicotina, que al ser inhalada atraviesa los alvéolos pulmonares —las estructuras responsables del intercambio de gases con la sangre— y pasa rápidamente al torrente sanguíneo. Desde allí, llega al cerebro, en donde estimula receptores neuronales específicos, promoviendo su multiplicación y reforzando la dependencia.

Y, sobre esto último, es importante notar que en esta entrada nos enfocaremos específicamente en los vapeadores que contienen nicotina. Aunque algunas de las conclusiones generales pueden aplicarse a otros tipos de vapeadores —como aquellos sin nicotina o con otras sustancias activas—, el análisis no cubrirá sus particularidades. Esto es relevante porque la nicotina, como sustancia activa, tiene efectos fisiológicos y adictivos que no se replican necesariamente en otros líquidos para vapeo.

Con este entendimiento como punto de partida, ahora sí, procedamos a explorar la evidencia científica disponible sobre los efectos del vapeo en nuestro cuerpo.

Beneficios potenciales: un mal (muy) menor respecto del cigarrillo

El consumo de nicotina está vinculado a múltiples beneficios cognitivos y físicos. Entre ellos destacan mejoras en la atención, concentración, memoria y tiempos de reacción. Similar a la cafeína, la nicotina puede aumentar nuestra resistencia a la fatiga y, bajo ciertas condiciones, ayudar a reducir la ansiedad y el estrés, promoviendo una sensación de relajación y buen humor. Además, hay evidencia que sugiere que actúa como un supresor del apetito, lo que podría contribuir indirectamente al control de peso o incluso a la pérdida de grasa corporal.

Pero como no hay panaceas en la vida, estos potenciales beneficios no vienen exentos de costos. Como es bien sabido, la nicotina es altamente adictiva, por lo que es un desafío no menor cualquier intento de consumirla de manera modeada, pues lo que comienza como un uso "controlado" puede evolucionar rápidamente hacia una dependencia que hace inviable la idea de establecer límites saludables.

Más aún, el problema fundamental con este listado de presuntas bondades es que pasan por alto los riesgos inherentes a los vehículos utilizados para transportar la nicotina a nuestro cerebro, como los que están presentes en el cigarrillo o el vapeador.

Sobre esto, hay que enfatizar que, según los estudios científicos disponibles hasta la fecha, los riesgos en salud asociados al vapeo son considerablemente inferiores que los relacionados al tabaquismo. En otras palabras, si fuman, desde una perspectiva tanto individual como colectiva, es mucho mejor que vapeen.

La diferencia en el riesgo radica principalmente en la ausencia de combustión que ya mencionábamos. Mientras que el humo del tabaco contiene compuestos altamente tóxicos como alquitrán y monóxido de carbono, los vapeadores calientan líquidos que, aunque no son completamente inofensivos, producen un aerosol mucho menos nocivo.

En efecto, investigaciones recientes sugieren que el cambio del cigarrillo al vapeo puede reducir entre un 40% y un 60% el riesgo de mortalidad por todas las causas, dependiendo de la frecuencia y el patrón de uso. Incluso, hay estudios que estiman que sus riesgos en morbilidad y mortalidad podrían ser hasta un 95% menores que los del consumo de cigarrillos.

Otro aspecto clave es el impacto sobre la salud cardiovascular y respiratoria. Aunque la nicotina afecta el sistema cardiovascular, el vapeo elimina una buena parte de los agentes proinflamatorios y cancerígenos presentes en el humo del tabaco, reduciendo considerablemente el riesgo de enfermedades como la EPOC y el cáncer de pulmón.

Ahora bien, es crucial no perder de vista que esta reducción de riesgos no implica ausencia de daño. Habiendo establecido que el vapeo es menos dañino que el cigarrillo, es momento de examinar los efectos que, según la evidencia disponible, tiene esta práctica sobre la salud física y mental.

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Los efectos a corto y mediano plazo del vapeo en la salud

Es un hecho que los riesgos por todas las causas asociados con el vapeo son, al menos con la evidencia disponible, considerablemente menores en comparación con los del cigarrillo convencional. Sin embargo, es menester señalar que esta evidencia sigue siendo incipiente.

Como ya hemos mencionado, el vapeo no tiene más de dos décadas de existencia. Además, los estudios actuales suelen tener como referencia fumadores crónicos, lo que sesga las conclusiones hacia una población con un riesgo de base significativamente mayor. El primer estudio longitudinal enfocado en los efectos a largo plazo sobre no fumadores apenas se inició este año, por lo que pasarán varios lustros antes de que tengamos un panorama robusto y completo de sus efectos a largo plazo.

A pesar de todo esto, lo que hasta ahora se ha documentado resulta suficiente para comenzar a ponderar los riesgos asociados a esta práctica.

Efectos en el sistema respiratorio

El sistema respiratorio es, sin duda, el más afectado por el vapeo. Entre los riesgos documentados se encuentran incrementos en casos de asma, bronquitis y, en situaciones más severas, neumonía lipoidea. Además, estudios han encontrado que los aerosoles inhalados contienen partículas ultrafinas y metales pesados, como níquel, plomo y cadmio, que pueden depositarse profundamente en las vías respiratorias. Esta acumulación provoca inflamación crónica en los tejidos pulmonares, lo que aumenta el riesgo de enfermedades obstructivas crónicas (EPOC) y, potencialmente, de cáncer pulmonar a largo plazo.

Impactos en el sistema cardiovascular

En cuanto al sistema cardiovascular, el vapeo también plantea riesgos no menores. Los aerosoles ricos en nicotina generan picos de presión arterial y aumentos en la frecuencia cardíaca, efectos agudos que, al repetirse con frecuencia, pueden predisponer a arritmias y daño vascular. Además, la exposición continua a partículas ultrafinas y metales pesados puede promover procesos inflamatorios en las arterias, lo que incrementa el riesgo de aterosclerosis. Aunque los estudios hasta ahora no han logrado establecer tasas de eventos cardiovasculares comparables a las del tabaco, los indicios apuntan a que el vapeo podría tener efectos acumulativos sobre la salud cardiovascular, especialmente en consumidores jóvenes o con predisposición genética.

Efectos en la salud mental

El impacto del vapeo en la salud mental es un área de creciente interés científico. Si bien ya notamos que la nicotina, en dosis moderadas, puede mejorar temporalmente la atención, la memoria y los tiempos de reacción, así como reducir la ansiedad en situaciones de estrés agudo, el consumo crónico y severo parece generar efectos opuestos.

Algunos estudios sugieren que los consumidores frecuentes de nicotina tienen tasas más altas de ansiedad, depresión y trastornos de la regulación emocional.

El riesgo en jóvenes: una puerta abierta al consumo

Quizás uno de los mayores problemas asociados al vapeo es su aceptación social, que ha reintroducido el consumo de nicotina entre los más jóvenes, quienes ya empezaban a exhibir una reticencia creciente hacia el tabaco. En efecto, en países como Estados Unidos, el 72% de los jóvenes entre 18 y 24 años que vapea no tiene historial de fumar cigarrillos. Más aún, la ausencia de combustión y los olores agradables han normalizado su uso en espacios cerrados, facilitando su consumo excesivo.

Ambos fenómenos apuntan a un incremento significativo en las dosis de nicotina ingeridas a lo largo del día. Y a esto se suma que hay estudios recientes en ratas que sugieren que los aerosoles generados por vapeadores son más efectivos que los cigarrillos tradicionales para llevar nicotina al cerebro, lo que intensifica los patrones compulsivos de consumo. En el caso de los adolescentes, cuyo cerebro aún se encuentra en desarrollo, esta sobreexposición puede alterar los circuitos de recompensa, aumentar la dependencia y predisponer a desórdenes emocionales como la ansiedad y la depresión.

El desafío, entonces, no radica únicamente en entender los efectos fisiológicos del vapeo, sino también en abordar su impacto social y cultural. La normalización del vapeo entre los jóvenes podría representar, en el mediano plazo, un retroceso en los logros alcanzados en la reducción del tabaquismo en las últimas décadas.

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Epílogo: El principio de precaución

La evidencia disponible es contundente: el vapeo es un sustituto considerablemente menos nocivo que el cigarrillo. Para quienes actualmente fuman, optar por un vapeador no sólo reduce de manera significativa los riesgos asociados al tabaquismo, sino que también representa un beneficio colectivo al disminuir los efectos de segunda mano sobre quienes les rodean. Dejar el cigarrillo y pasarse al vapeo es, sin duda, una decisión acertada, tanto a nivel individual como desde una perspectiva de salud pública.

Sin embargo, es fundamental tener claro que el vapeo no está exento de riesgos. Los efectos nocivos sobre nuestra salud física y mental, aunque menores que los del cigarrillo, están bien documentados, a falta incluso de terminar de entender sus consecuencias a largo plazo. Por ello, el objetivo debería ser usar el vapeador como un paso intermedio hacia la eliminación del consumo de nicotina, o al menos a la transición hacia métodos con mínimos efectos secundarios, como parches o chicles. Este proceso puede tomar años, y no está exento de retos: abordar una adicción requiere de consciencia, autocompasión y disciplina. Asesorarse con profesionales de la salud es clave para asegurar un proceso sano, sostenible y que llegue a buen puerto.

Finalmente, es crucial llevar un mensaje claro y responsable a las nuevas generaciones. Si bien el vapeo puede ser una herramienta valiosa para quienes buscan abandonar el cigarrillo, no debe ser romantizado ni normalizado entre quienes nunca han consumido nicotina. No permitamos que la aceptación social del vapeo haga retroceder los avances que hemos logrado en la reducción del consumo de sustancias adictivas, especialmente entre los más jóvenes.

Vive y aprecia cada momento. Concéntrate en lo que está en tu control. Disfruta el proceso.

Un abrazo,

Carlos


Por si te los perdiste… o quieres refrescar la memoria

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